Ante una crisis epiléptica es muy importante intentar mantener la calma. En el caso de no haber pérdida de conciencia y el niño no se cae, no hay que hacer nada.
Por el contrario, si el niño pierde el conocimiento y se cae, lo primero que hay que hacer es ponerle en una posición cómoda y no peligrosa. Hay que alejar de él los objetos con los que podría hacerse daño.
Se recomienda evitar sacudir al niño, obstaculizar sus movimientos, intentar frenar las convulsiones o introducirle objetos en la boca.
Los lugares más peligrosos son la cocina y el baño, donde se pueden quemar o abrirse la cabeza.
Una crisis epiléptica en el agua puede provocar ahogamiento.